Si aplasto el órgano laberíntico
que ni el hilo ni la soga acallan.
Si supero el arco límbico
del vacío que te atrapa.
Si siento el roce, coma etílico,
de la pausa entre tu dedo y la almohada.
Si cruzo el río agnóstico
y alcanzo la otra orilla, de orquídeas y amapolas sin morralla.
Si digo ¡basta! y no me acallas
y no me atrapas en un confín diminutivo.