Grises cobalto, amodorrados. Polizones negros, amontonados. Grises platinos y grises marengos. Y entonces, tú, brillante, núcleo duro en un vientre que no se deshace, ni pide remilgos más que el grito ahogado, que trepa gargantas y para el llanto.
Grises cobalto, amodorrados. Polizones negros, amontonados. Grises platinos y grises marengos. Y entonces, tú, brillante, núcleo duro en un vientre que no se deshace, ni pide remilgos más que el grito ahogado, que trepa gargantas y para el llanto.